Aturdida de albergar imágenes absurdas, se descompone; llena de dolor, quería un solo instante, un poquito de aquello para cubrir el cuerpo y protegerse del inclemente. Los malditos le hacen creer que la vida se había reído de ella, que su recompensa concluye en un desmoronarse, convirtiéndolo todo en pedazos, en polvo. En un momento, aquella noche, se sentía miserable… y a nadie le importaba.
Del libro Contra el viento Pág. 109
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