Entre páginas ajenas, encuentro historias propias. La verdad, el amor y la tristeza, siempre salen a la luz (aunque no sea de tus manos).
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Abandoné el fracaso. Continuamente volé por casi todo el mundo, puedo reconocer al primer vistazo la oscuridad de la noche.
Es así como he vivido, siempre con la misma respuesta: solo, sin nadie.
Del libro El Principito Pág. 13
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Apenas daba, veía, agarraba. Parecía una canción en voz muy baja, un sofá de días, risas, besos, preguntas. Segura de ser capaz de viví así, dijo hacia un pozo muy oscuro y muy triste “Lo siento, cariño”, él pareció comprenderla. Luego se volvió, cantando, mucho más sola; pero había algo mejor: había sonreído. Del libro Contra el viento Pág. 160
Sola, aterrada, muerta de frío; no había salida. Era esas mujeres vestidas de negro que esperaban las penurias de una tempestad, razón de otro miserable gusano entre los pobres. Pudiera ser que las rocas le susurrarían canciones de otro mundo y pareciese que se le podría devolver la esperanza sin provocar la muerte que siempre lograba sobrevivir aquel león sonriente y enamorado, enfurecido, torturador, y únicamente experto, que finge a su antojo, que cae desplomado hasta las heridas. Ella se estremecía, temblaba, daba vueltas sin conseguir solución. Pero él podría regresar, nunca lo dejarían. Del libro Contra el viento pág. 192
Verdaderamente, cuando lo vio, no se atrevía a confesarse ¡Le había fascinado! Exhaló un profundo suspiro y dijo para sí “Éste es el único de los lugares en que se encuentran las puestas de sol”. Echó un vistazo alrededor; no había desierto, exclamó: ¡Caramba! Y hay espacio para los dos. Del libro El Principito Pág. 57
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