Algún libro se
encargaba de pagar sus caprichos, cuidarla y arreglárselas para hacer que se
conformarse con sobrevivir apenas a la resignación. Ella tan sólo se permitía pequeños
lujos como la esperanza, siempre con el corazón agitado por esa posibilidad: la
llegada de un amigo.
Del libro Contra el viento Pág. 93
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