Evidentemente, somos los últimos retoños cotidianos con vivos deseos de llorar. Creía que evadirse una migración de mañanas deshollinaba la ausencia de reproches y un poco lo melancólico. – aprovechó aquella dulce calma, dijo por fin – Pero trata de ser feliz ¡Uno nunca sabe!


Del libro El Principito Pág. 38

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